Las Suboficiales Principales Laura Adriana Cavero y Miriam Luz Rudolf se conocieron al ingresar a la Armada Argentina en 1981 y desde entonces, formaron una amistad tan fuerte como duradera. Tras varios años de servicio llegaron al final de sus carreras juntas y orgullosas de pertenecer a la primera promoción de mujeres de la especialidad Operaciones.
“Al terminar la secundaria estaba indecisa sobre qué carrera seguir. Un amigo de la familia me propuso ingresar a la Armada explicándome más o menos de qué se trataba porque yo no conocía mucho. Finalmente me gustó la idea y quise intentar”. Así explica Miriam Rudolf, oriunda de Bahía Blanca, su primer contacto con lo que se convertiría tiempo más tarde no sólo en su profesión, sino en su vocación.
Para Laura Cavero, también bahiense, la historia fue parecida sólo que su padre fue quien le acercó la propuesta de ingresar a la Fuerza y la incentivó a inscribirse en la carrera naval.
En un principio les costó un poco adaptarse al ritmo y a un entorno militar relacionado al género masculino en aquella década. Las mujeres recién comenzaban a integrar la vida naval en las comisarías siendo policías de Establecimientos Navales y en los hospitales, desempeñándose como enfermeras.
Para ellas, eso no significó ningún impedimento más bien funcionó como un desafío que superaron a fuerza de trabajo y dedicación, sin bajar los brazos y manteniendo la cabeza fija en sus objetivos.
“Quizás lo más difícil fue al principio; cuando tuvimos que dejar nuestros hogares y nuestras familias para empezar con la instrucción. De todas formas, siempre nos sentimos cuidadas y acompañadas. Eso hizo todo más llevadero y, a la vez, permitió que aprovecháramos al máximo nuestro período de aspirantes”, apunta Miriam.
Por tener los estudios secundarios completos egresaron con la jerarquía de Cabo Primero de la Escuela de Suboficiales de la Armada en 1981; pocos meses antes de desatarse el conflicto bélico entre nuestro país y Gran Bretaña. Con apenas 21 años ambas fueron designadas para realizar diferentes tareas de defensa de base en Puerto Belgrano.
Su especialidad las llevó a conocer diversos destinos y lugares del país, y al mismo tiempo, recopilar una innumerable cantidad de vivencias, aprendizajes y anécdotas. Con respecto a estas últimas, Laura cuenta que cuando realizaban ejercicios de Guerra Electrónica en Buenos Aires ella era una de las encargadas de volcar a una base de datos la información sobre los distintos vuelos que se efectuaban, sin imaginarse que en el aire se encontraba volando ni más ni menos que su amiga y compañera.
Vestir el uniforme por última vez
El camino recorrido por ambas fue arduo y para nada sencillo, pero sin ninguna duda dio sus frutos. Frutos que no sólo se vieron reflejados en aspectos laborales, sino también en el cariño y respeto que supieron ganarse entre sus pares.
Hace apenas unos días, bajo la mirada atenta de sus familiares, compañeros y amigos, las dos Suboficiales Principales vistieron sus uniformes por última vez. Fue en la ceremonia llevada a cabo el pasado 16 de diciembre en la Escuela de Suboficiales de la Armada y por la cual, ambas pasaron a retiro tras cumplir 35 años de actividad en la Marina.
De esta forma pusieron fin a una etapa plagada de recuerdos imborrables para darle espacio a una nueva, llena de expectativas y proyectos, con el orgullo de haber cumplido las metas que se plantearon al momento de decidir involucrarse en la vida naval.
Cerrar el círculo
Una vez finalizados sus estudios en la Escuela de Suboficiales, las suboficiales Cavero y Rudolf debieron realizar un curso debido a la especialidad que eligieron, en el ex Centro de Instrucción y Adiestramiento en Operaciones ubicado donde actualmente funciona la Escuela de Técnicas y Tácticas Navales (ESTT) y donde, paradójicamente fue su último destino antes de pasar a retiro.
“Cuando anunciaron que ese sería mi último destino, me sentí muy contenta por todo lo que simboliza. Fueron varios años, y terminar la carrera donde comenzó es verdaderamente muy lindo”, relata Laura Cavero. A su lado, Miriam Rudolf la escucha sin querer perderse nada de lo que cuenta su amiga. “Estamos muy felices y agradecidas por cómo se dieron las cosas”, concluye.
Fuente: www.gacetamarinera.com.ar