La chica en la Estación Lacroze
Fue un día de mucho trabajo para David, quien abordaba el tren repleto de personas, en la Estación Lacroze. Los minutos parecían eternos desde el umbral de la puerta de aquél tren, que tardaba en partir a su destino, y David comenzaba a suspirar, muy molesto, por la tardanza. Y cuando el calor ya agobiaba, llegó la lluvia, que irrumpió con toda su gracia, para apaciguar las altas temperaturas, con sus frescas gotas de agua estrellándose en el piso del andén. David comenzaba a sonreír, como aquél hombre caminando en el desierto al hallar un oasis.
Pero, repentinamente, su atención se desvió hacia una misteriosa chica, muy joven, sentada en un banco, con sus piernas cruzadas arriba de él. Y vestía un jean azul, buzo bordó y un piloto color crema, que se deslizaba en el piso, casi como una continuación del mismo. A simple vista, se la notaba muy triste y melancólica, mientras fumaba su cigarrillo y soplaba un humo que se perdía en el aire y el ruido de las voces de los transeúntes al pasar, de los vendedores ambulantes al gritar, y de los trenes que partían de la estación, al escuchar la sirena de aviso.
Mientras tanto, ella fumaba muy ansiosa, olvidándose de las gotas de lluvia que la bañaban, moviendo su cabeza hacia ambos lados, como negando una situación de ese pasado, reciente o antiguo, y mirando hacia la nada, acompañada solamente de una leve sonrisa y una profunda tristeza reflejada en esa mueca.
Así, al mirarla, David imaginaba a esa dama como una empleada de clase media baja que, al igual que él, regresaba a su hogar después de un largo día laboral. Pero de repente, un nuevo pensamiento apareció en su mente, una hipótesis algo infundada, sobre el motivo de su tristeza: Quizás ella estuviera nerviosa por alguna discusión, tal vez con su pareja, ya que en la expresión de su rostro y su mirada, llevaba la tristeza del desengaño amoroso. En su cabeza, David evaluaba la posibilidad de que ella, sentada en aquél sitio, repasaba cada momento de esa pelea, y por ello estaba tan concentrada y gesticulaba continuamente. Y, convencido completamente de eso, David sonrió como un hombre ilusionado, ya que tal vez, él era el verdadero amor que ella esperaba en su vida, el hombre correcto ¿Quién podría saberlo? ¡Tal vez fuera así!
Pero en el momento en que David se disponía a bajar del tren para hablarle a esa chica, las puertas que tanto ansiaba antes que se cerraran, se cerraron, pero ahora él no quería eso, simplemente deseaba poder hablar, aunque fuera unos segundos, a aquella bella dama. Pero, irremediablemente, el tren partió y David aprendió una gran lección: En la vida siempre los momentos, por más bellos que sean, se acaban y por eso hay que disfrutarlos y aprovecharlos a cada segundo, como lo hacía esa bella y misteriosa dama.
Fin
Sobre Adrián Rusak
Redactor y guionista tanto en el campo radial como en el audiovisual.
Co-autor del piloto unitario “Umbrales”. Ha escrito, también en co-autoría, el radioteatro “Jaque Mate” el cual fue representado en la radio del ISER FM 95.5 y en el prestigioso evento “Hecho en Taller” en el Auditorio Gregorio de Laferrère (Argentores).
También ha sido parte del equipo que ha realizado la producción artística de la Radio Soldados FM 87.5, para el relanzamiento de la emisora en el año 2015.
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