Con el reloj en el cuerpo
Nuevo libro de Graciela Moreschi
El tipo de vida actual, permanentemente conectados con el afuera, nos aleja de nosotros mismos y corremos el riesgo de perder las pistas que nos da el cuerpo. Las etapas de la vida se extendieron, pero para la mujer el gong suena a la misma hora de siempre.
Compartimos un extracto de su último libro “Con el reloj en el cuerpo. Sobre cómo el tiempo marca la vida de las mujeres y cómo aprovechar cada etapa”, Ediciones Urano.
Los principios femeninos y masculinos (yin-yang) están en todos los seres humanos; dependiendo del género, según nuestro sexo manifestaremos más unos que otros. El principio femenino implica lo receptivo, abierto, cóncavo (acepta, incluye); el masculino es activo, penetrante, convexo (rechaza, proyecta). En una sociedad equilibrada, ambos principios deberían estar parejos. Actualmente, hay una clara preponderancia de lo masculino, tanto en hombres como en mujeres. Es una sociedad que tiende a la acción y no a la recepción, agresiva, más mental que corporal. A nivel individual, ya no hay una división tan tajante entre masculino y femenino. Los hombres se permiten expresar su parte femenina (ternura, flexibilidad) y las mujeres se conducen de forma masculina (proactivas, arrasadoras). Pareciera que, después de la lucha que nosotras afrontamos para lograr igualdad de derechos, terminamos pareciéndonos demasiado a los hombres y hoy es necesario poner el acento en la diferencia que enriquece la vida y la especie.
Durante siglos, el eje de la vida de las mujeres pasó por el matrimonio y la fertilidad; hoy, afortunadamente, no estamos tan determinados por la biología y se da lugar a la capacitación y los intereses.
La identidad femenina no es algo fijo que se construye en la infancia de una vez y para siempre, sino un proceso largo en el que influyen las experiencias de vida, el lugar que ocupamos en los distintos contextos, pero es indudable que lo biológico sigue teniendo un gran peso.
Además de las diferencias sexuales y cerebrales, el paso del tiempo se hace sentir de manera diferente. Las mujeres llevamos un reloj dentro, y aunque queramos distraernos y hacer como que no lo sentimos, siempre está presente marcando la hora recordándonos el paso del tiempo. No podemos soslayarlo ni postergar nuestras decisiones para más adelante. Allí están la menarca avisándonos que dejamos la infancia y la menopausia marcando el final de nuestra fertilidad.
Dicen que las nenas son más adelantadas, que maduran antes, y cualquiera que tenga hijos lo ha podido comprobar. ¿Será que hay una conciencia ancestral de género? Porque esas pequeñas todavía no saben que el reloj las acompañará toda su vida marcando la hora, sin embargo, se comportan como si lo supieran.
Si bien la tecnología nos permite alargar o manejar ese tiempo, y lo que es más importante aún, hoy nuestra vida no está ligada a la fertilidad, al existir un límite biológico, durante la cuarta década, hay que tomar decisiones respecto a la maternidad. Si se quiere o no tener hijos y en qué circunstancias.
Sabemos que hay un tiempo cronológico, el del almanaque, otro interno, que es el que sentimos y un tercero que es el atribuido, o sea el que aparentamos. Por lo general estamos preocupadas por los dos últimos, pero llega un momento en que el tiempo cronológico o real se impone y nos obliga a elegir.
Dicen que el tiempo cronológico es una función de la mente, que necesita un antes y un después; es el tiempo que nos traga. No por nada los griegos lo representaron como un dios que se comía a sus propios hijos. Cronos para los griegos, Saturno para los romanos.
A ese tiempo le tememos, algunos tratan de detenerlo, otros de correr más rápido y tragarse la vida antes que el tiempo los trague a ellos. Vivir es habitar el tiempo. Cambiar, fluir, cuando acompañamos los cambios, la vida fluye, en cambio cuando intentamos estar o ser siempre igual, nos cristalizamos, acartonamos, morimos.
Esa es la gran paradoja de la vida, vivirla es tomar contacto permanente con las pequeñas muertes cotidianas, con esas pérdidas ínfimas, pero pérdidas al fin; pérdidas que dan lugar a lo nuevo.
La sociedad actual, para promover el consumo, nos pega a las cosas, a los momentos, y nos da la posibilidad de atraparlos a través de las fotos, pero al hacerlo, estamos cosificándolos. En un viaje, me la pasé filmando todo lo que ocurría. Estuve con el ojo pegado a la cámara, cuando volví, estaba feliz con la filmación, pero al verla me di cuenta de que no había vivido casi ningún momento, los había visto a través de la lente.
Hay gente que convierte todo momento en suvenir, guarda objetos de cada momento como si de esa forma pudiera retenerlos. Se llena de cosas, ocupa espacio y lo más grave es que pierde disponibilidad para lo que viene.
Dice Zygmunt Bauman que las mismas estructuras líquidas y rápidamente cambiantes privilegian a los que pueden viajar con poco peso. ¡Cuántas veces perdemos oportunidades porque no las vemos! Esperando encontrar algo determinado o repetir lo vivido, no advertimos lo nuevo, lo inesperado.
Una vida bien vivida está llena de sorpresas. Todo es nuevo, todo es diferente, y eso es nada más y nada menos que el tiempo fluyendo.
Una buena forma de darnos cuenta de que estamos acartonándonos es cuando nos aburrimos, cuando todo nos parece igual, si fuera así, puedes estar segura que no estás registrando los cambios sutiles. Miras con el prejuicio de lo que vas a encontrar, percibes de arriba hacia abajo. ¿Qué quiere decir esto? Que tus creencias recortan la experiencia y reconocen lo que esperan hallar. No hay lugar para lo nuevo.
Estar realmente atentos es abrir las puertas de la percepción y ser capaz de captar las diferencias. Todo es cambio; si no lo encuentras, es que estás adormecida.
Si realmente habitas tu cuerpo, acompañarás el tiempo, y en lugar de dejarte tragar por él, dejarás que su fluir te sorprenda.
Afortunadamente, el cuerpo no nos deja distraernos demasiado y si bien esto te puede parecer una desventaja, es lo que nos conecta con la realidad, se termina traduciendo en una vida mucho más comprometida.
En este libro intento acompañarte en todo el recorrido, desde la adolescencia hasta la senectud. Veremos juntas las dificultades, los temores, y también las fortalezas de cada etapa. En cada capítulo encontrarás trabajos para realizar, te aconsejo que los realices todos, aun cuando no sea el tema con el que te sientes identificada. Son ejercicios que aumentarán la conciencia acerca de ti.
Graciela Moreschi
Es médica psiquiatra (UBA), especializada en vínculos, con formación en Terapia Sistémica y en Técnicas Dramáticas y Gestálticas, Máster en Programación Neurolingüística y tiene un posgrado en Terapia Cognitiva Conductual.
Además, es miembro de APSA (Asociación de Psiquiatras Argentinos) y supervisora del equipo de interconsulta del Servicio de Salud Mental del Hospital Rivadavia de la Ciudad de Buenos Aires.
Trabaja como terapeuta en su consultorio particular. Colabora habitualmente con diversos medios masivos de comunicación.
Conozca más sobre la autora en http://gracielamoreschi.com.ar/
Fuente: Patricia Iacovone – iacovonepatricia@yahoo.com
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