Por Verónica Sessarego – Musicoterapeuta
Ahora nos damos cuenta porque la música devuelve la vida al cuerpo: reorganiza el cerebro, estimula los sentidos, armoniza los sentimientos, relaja la sensibilidad nerviosa, crea modos de comunicación, altera el caudal bioquímico del organismo y aumenta la imaginación. No es sino el espejo del Universo del que somos hilos conductores.
También posee una función facilitadora en el establecimiento y la permanencia de las relaciones humanas, así como en la adaptación social del individuo a su medio que se ve reflejado en su desempeño laboral y el alcance de sus metas fusionadas a una cultura organizacional. De la manera en que la música sea utilizada, el resultado será parecido al de las palabras. El alma de la música es similar a la del hombre. Le une al caos y al orden. A ese ciclo eterno de: Construcción – Preservación – Destrucción.
Por otra parte, la música es un estímulo que enriquece los procesos sensoriales, cognitivos (como el pensamiento, el lenguaje, el aprendizaje y la memoria) y motores, además de fomentar la creatividad y la disposición al cambio. A partir de diversos tipos de música se pueden inducir diferentes estados de ánimo, los cuales pueden repercutir en tareas psicomotoras y cognitivas. Una de las variables importantes que intervienen en estos efectos se refiere a la clase de música que se escucha.
En este sentido, existen principalmente dos tipos:
1) la estimulante, que aumenta la energía corporal, induce a la acción y estimula las emociones
2) la sedante, que es de naturaleza melódica sostenida y se caracteriza por tener un ritmo regular, una dinámica predecible, consonancia armónica y un timbre vocal e instrumental reconocible, con efectos tranquilizantes y la fusión de las dos nos da resultados sorprendentes en el desarrollo de las personas.
El nivel de activación depende también de su complejidad y de la familiaridad del oyente. Cuando es compleja, con muchos cambios y gran cantidad de información, es difícil de seguir y comprender, por lo que no es tan placentera. De igual manera, una música conocida es preferida en relación con una desconocida. En ocasiones, puede ser que no se conozca la pieza musical como tal, pero sí su estructura musical, debido a que se haya tenido contacto con otras piezas con una estructura similar.
Por tanto, la percepción, la interpretación y la preferencia musical dependen, por una parte, de estas características del estímulo (tono, intensidad, ritmo, melodía y armonía) y, por otra, de las del oyente, como personalidad, edad, sexo, tiempo personal, experiencia musical, tradiciones culturales y condiciones ambientales en las que se escucha.
Al escuchar una melodía, la persona utiliza la memoria para saber si la ha escuchado antes, qué experiencias han sido asociadas a ella, además de identificar a qué categoría pertenece. También se requiere la memoria a corto plazo, para seguir una asociación secuencial de notas y percibirla como música. En el caso de canciones, la música está asociada, además, a una memoria verbal.
La audición de una pieza musical puede provocar una activación de las vías motoras. En algún momento, podemos sorprendernos a nosotros mismos moviendo los pies, las manos o alguna otra parte del cuerpo, aunque en otros casos esto no sea tan evidente. Para la ejecución de un instrumento musical es necesaria la activación de patrones motores sumamente complejos instaurados en la memoria.
Por su efecto sobre las emociones, la experiencia musical provoca la participación de numerosas estructuras cerebrales relacionadas con la motivación y la emoción. Otros procesos cognitivos, como la atención, el aprendizaje y el pensamiento, también tienen su participación en ello.
Por todo lo anterior, se comprende la dificultad del estudio de la experiencia musical. No podemos hablar de estructuras específicas, aisladas, involucradas en la percepción musical, sino de un complejo sistema, el nervioso, que implica un conjunto de elementos, cada uno con una función, pero que comparten un fin común.
La música y su poder curativo
Las afirmaciones y atribuciones sobre el poder curativo de la música las podemos encontrar en la Biblia y en la antigua Grecia. En las últimas tres décadas se pudo comenzar a establecer, a partir de métodos modernos experimentales, que estos efectos son genuinos.
El Barroco (s. XVII-XVIII) fue una época enormemente creativa en música. Desde el siglo XVII, los médicos empezaron a contemplar el valor terapéutico de la música en términos de fisiología y psicología.
Un siglo más tarde encontramos cierto material de investigación sobre los efectos puramente fisiológicos de la música, como por ejemplo, diversos estudios realizados de los efectos de la música sobre las fibras del organismo, atribuyéndole un efecto triple: calmante, incitante y armonizante. Investigaron sobre la relación entre los ritmos corporales y la música, el pulso y el tiempo musical.
La utilización científica de la música como terapia y la existencia de profesionales musicoterapeutas ha de situarse en el siglo XX. En Estados Unidos, desde la Primera Guerra Mundial, los hospitales de veteranos contrataban músicos profesionales como ayuda «musical». Hasta la Segunda Guerra Mundial, la música continuó utilizándose como un tratamiento general, como un sedante, como algo bueno y gratificante para el alma. Sólo después de este periodo comenzó a emplearse como algo más específico.
De ahí hasta fecha se ha seguido experimentando el efecto musical alrededor del mundo, se han creado asociaciones e instituciones reconocidas por gobiernos con el propósito de seguir estudiando el tema. Los resultados positivos de algunas de estas experiencias atrajeron el interés de los médicos y se comprendió, la necesidad de un entrenamiento específico para hacer del músico un terapeuta. Se podrían relacionar todos los casos mencionados anteriormente con lo que fue, en su primera aproximación, el comienzo de la Musicoterapia.
En 1983, la musicoterapia encuentra su primer lugar legal de reconocimiento dentro de la estructura de la Salud Pública (inclusión de la «Función Musicoterapeuta» dentro de la Carrera Profesional Hospitalaria de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires).
¿La música tiene efectos sobre el estado de ánimo?
No caben dudas del efecto que la música tiene sobre nuestro estado de ánimo o bien que puede modular nuestras emociones en la vida cotidiana, y que también puede promover salud física, psicológica y bienestar general.
La utilización de la música como terapia en el área médica y de la salud mental está siendo cada vez más reconocida a tal punto que es empleada en tratamientos para el dolor, en rehabilitación neurológica en presencia de lesión cerebral, enfermedades neurodegenerativas y trastornos del neurodesarrollo.Incluso es empleada para promover neuroprotección, es decir promover el desarrollo normal del cerebro en el caso de bebés prematuros en terapia intensiva o para colaborar en el diagnóstico diferencial entre estado vegetativo y estado de conciencia mínima.
¿Cómo es que la música puede traducirse en beneficios fisiológicos?
Un estudio realizado por Hucklebridge y colegas en el Reino Unido, explica que la música se asocia a una mayor concentración de inmunoglobulina A independientemente de la valencia emocional de la música (es decir, si expresa por ejemplo alegría o tristeza). De esta manera, la modulación del estado de ánimo por la utilización de la música, tiene efectos beneficiosos en la inmunidad más allá de cuál sea el estado de ánimo que converge.
Otro hallazgo interesante por ejemplo es que se encontró que se produjo una reducción en los niveles de cortisol en sangre en pacientes que escucharon música antes de que se les practique una cirugía, y que esta reducción fue mayor que en aquellos pacientes que solamente habían tomado fármacos. El estudio se hizo contemplando los puntajes de ansiedad auto referidos por los pacientes, y fueron comparados con los niveles de la hormona cortisol medidos en sangre. Esto indica el poderoso uso medicinal de la música.
Entonces ¿qué tipo de música en especial hay que escuchar o hacer cuando sentimos una emoción determinada o para cada estado de ánimo?
No hay una respuesta única a esta pregunta. Cada persona trae al nacer una musicalidad innata, es decir, una sensibilidad a la música y a sus elementos que puede ser activada para la salud y la calidad de vida.
La elección del tipo de música es única y personal y tiene que ver con la musicalidad innata propia y las preferencias personales. Parece ser que para nuestro sistema inmunológico es indistinto y que lo importante es que la música que elijamos nos ayude a regular nuestro estado de ánimo ya sea calmándonos, vigorizándonos, o acompañándonos en nuestras alegría y tristezas.
Mientras tanto, ¡música maestro…!
Verónica Sessarego –Musicoterapeuta, UBA – verosessarego@hotmail.com