Cuadro de situación
© Ricardo D. Martín
Tras desactivar con dispar pericia el campo minado que dejó “el plan bomba” del gobierno anterior y esquivando con solvencia la munición gruesa de la “resistencia con aguante” ideada por el sector desalojado del poder por el voto popular, la gestión del presidente Mauricio Macri acomete su segundo año de mandato.
Para transitar el crucial primer año, el Ejecutivo se mostró ágil para corregir errores incomprensibles (como el intento de incorporar miembros a la Corte por decreto o el de imponer aumentos de tarifas irracionales) y para cambiar el recurso de los atajos por la búsqueda del consenso, del diálogo. Quedó así verificado que el “arte del acuerdo”, ensalzado por el presidente en su discurso de asunción ante el Congreso, era una consigna de circunstancia que trocó, rápidamente, por “no queda otra que negociar”.
En el sinuoso recorrido contó, sobre todo, con una aliada primordial, discreta, cautelosa: la paciencia de la porción mayoritaria de ciudadanía que generó y materializó el cambio que alumbró el 10 de diciembre de 2015. Paciencia que no es conformismo sino una atenta observación del modo y la forma en que el gobierno va resolviendo la profunda crisis (política, económica, social e institucional) que heredó, conscientes todos de que superarla favorablemente requiere tiempo y esfuerzo. Paciencia que no implica desinterés o pasividad sino, también, una rigurosa fiscalización del comportamiento de los diferentes actores de la oposición.
Pero ¿cambió algo? ¿Qué cambió? Es notoria la mejoría en la convivencia social, salvo la persistencia de comportamientos intransigentes y hechos de violencia, en casos provocados por quienes resultan afectados por la decisión gubernamental de combatir más o menos en serio el delito; no se verifican condicionamientos ni restricciones a la libertad de expresión (medios groseramente detractores del gobierno reciben pauta oficial de forma normal); se han rehabilitado ciertos atributos del sistema democrático (mayor independencia del Poder Judicial y debate en el Congreso); se ha recuperado el mecanismo de estadísticas oficiales para acceder a la información sobre la realidad social y económica; es ostensible el empeño por reducir la inflación tan nociva para los sectores indefensos y desprotegidos de la sociedad.
Muchos de los detractores del actual gobierno parecen estar confundiendo lo que verdaderamente ocurre con lo que desearían que ocurriera y evalúan al presidente según las ideas o intenciones que le atribuyen en lugar de analizar lo que en verdad es o hace. Claro que resulta complejo efectuar una correcta caracterización ya que no expone con claridad sus planes, dando lugar a la especulación de los analistas y a las dudas de los mandantes, que, además (conviene tenerlo presente), lo eligieron solamente como opción para dejar atrás el oscuro período político anterior; “sabemos de lo que estamos escapando; falta decidir adónde vamos”, solía escucharse en tiempos de cacerolazos.
Lo cierto es que se le oponen “por derecha”, criticándolo por el “gradualismo” o por las concesiones otorgadas a los denominados “grupos y organizaciones de la economía popular”, por ejemplo, y “por izquierda”, condenando “el ajuste salvaje” y reprochando el regreso a las políticas “neoliberales”, entre otras cuestiones.
También se le reprueba la escasa o errónea comunicación y la falta de experiencia, “cintura”, o aptitud política, en este caso de buena parte del equipo de gobierno. Pero convendría no perder de vista que con tales atributos Macri llegó hasta acá tras presidir exitosamente uno de los dos clubes deportivos más grandes del país, al que modernizó y lo posicionó en el primer plano mundial; gobernó con pocos sobresaltos, siempre con minoría en la Legislatura, la ciudad Capital de la República; organizó nacionalmente un partido político y en alianza con otras fuerzas ganó las elecciones en 2015 por amplia mayoría (más de lo que oficialmente se informó).
Otra referencia que valdría considerar para cualquier diagnóstico es que vivimos un tiempo nuevo y, por más que las disyuntivas puedan ser similares, no alcanzan las viejas teorías y mucho menos las frases y consignas manidas o reverdecidas; se requiere estudiar, analizar, reflexionar, con seriedad y al menos con alguna profundidad.
2017 despunta con el condimento picante de las legislativas de octubre, que van a incidir de modo sustancial en el devenir político, lo cual merece ser analizado en una segunda parte de este cuadro de situación.
© Ricardo D. Martín. Analista político. Es periodista y editor gráfico con más de 30 años de trayectoria. Dirige la Revista VEME, que se edita en Bahía Blanca, su ciudad de residencia. Ha sido asesor de prensa en la Cámara de Diputados de la Nación Argentina.
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