Segunda entrega de la sección dedicada a la cinematografía, con detenimiento en las buenas películas y directores y que surgen de obras literarias.
El gran pez
“Si se guarda en un pequeño recipiente, el pez permanecerá pequeño; si tiene más espacio puede doblar, triplicar o cuadruplicar su tamaño.”
Por Yanet Crudo
El gran pez o Big fish es una película del director de cine estadounidense Tim Burton estrenada en el año 2003 y está basada en la novela del escritor Daniel Wallace, Big fish: A Novel of Mythic Proportions (El gran pez: una novela de proporciones míticas). Si alguien me preguntara qué opinión tengo sobre la misma diría que es, simplemente, “hermosa”.
No, no es que sea una persona de pocas palabras ni mucho menos, tímida. Es que la película lo es. Pero ¿por qué? Porque tiene lecciones de vida, metáforas, moralejas, consejos, amor y magia, envueltos en mil colores que, quién hubiera dicho, provienen nada menos que de Burton. Porque es infantil, pero no lo es. Porque con solo leer los nombres de Albert Finney, Jesica Lange, Ewan McGregor, Danny DeVito como actores principales ya sabes que te va a gustar. Porque nunca podría encasillarse en un género ni en dos. Porque antes de dirigirla Tim Burton, la iba a dirigir Spielberg. Porque es simple y politemática. Porque a todos nos identifica. Porque es para la familia y los amigos.
Para empezar, me gustaría destacar los temas o tópicos que, a mi parecer, atañen al largometraje: la libertad del ser humano y su realización personal, lo que cada persona quiere lograr en la vida, sus obstáculos y objetivos para cumplir sus sueños; la relación entre padre e hijo, sus distancias y reconciliaciones; las relaciones sociales, la capacidad que tenemos para relacionarnos con las personas y cómo define nuestra historia el modo en que lo hacemos ; por último y no menos importante, un cuestionamiento: ¿Cuáles son los límites entre la realidad y la fantasía? ¿Cuándo dejamos la imaginación de lado y nos convertimos en adultos costumbristas que quieren conocer los hechos buscando explicaciones ordinarias? En esta obra, Tim Burton nos muestra cómo lo que hacemos hoy repercutirá en nuestro futuro, esa realización personal que tanto ansiamos. Citando al entrañable Galeano: “Al fin y al cabo, somos los que hacemos para cambiar lo que somos”.
Big fish, alineada bajo la recurrencia de flashbacks, narra la historia de Edward Bloom, (representado de joven, por el actor Ewan McGregor y de adulto, por el actor Albert Finney), un hombre que ama contar historias de su vida de manera fantasiosa. De pequeño, su hijo Will (el actor Billy Crudup) estaba encantado con estas historias que su padre le contaba una y otra vez antes de dormirse. Pues, claro, ¿A qué niño no le gusta escuchar historias sobre brujas, gigantes, bosques encantados u hombres lobo? ¿Quién no se ha maravillado durante su infancia con historias de este tipo? ¿Quién no quiere que su papá sea el más héroe de todos los héroes? Entonces Will creció, con muchas historias mágicas, míticas, sí. Pero también, un padre ausente y la carencia y el cuestionamiento sobre los hechos reales de su vida. Y he aquí el conflicto en donde la película comienza a ponerse en marcha: en su casamiento comienza a contar las mismas historias fantasiosas de siempre, aun cuando Will le reclamaba la verdad, motivo que los llevó a estar distanciados por varios años. Y es que pasa en la vida, pasa en las películas… ¿Quién no se ha enojado con sus padres por creer que aún de adultos nos tratan como niños y nos ocultan cosas? ¿Acaso es algo que nos hace sentir engañados, decepcionados?
Una noche, su hijo recibe un llamado a su casa en Paris, la ciudad en la que vive, y se entera de que su padre está muy enfermo. En el avión de regreso a Alabama, su ciudad natal, Will le cuenta a su esposa Joséphine (Marion Cotillard) una de las historias de su padre: en ella conoció a una bruja temerosa, la peor de todas las brujas existentes, o al menos es lo que se decía de ella, que les mostró a él y sus amigos cómo iban a morir a través de su ojo de cristal. Lo curioso de esto es que si bien Edward conoció su muerte, él nunca tuvo miedo, siguió avanzando su vida con el mismo coraje y optimismo que lo caracterizaban. En esta escena se puede ver cómo van a morir sus amigos, sin embargo su propia muerte se revela como un misterio durante el desarrollo de la historia, aunque la confianza y tenacidad de Edward nos hace creer que tendrá la muerte más bella de todas.
A lo largo de la película Edward cuenta distintos momentos de su vida, su triunfante y exitosa vida en el pequeño pueblo donde creció, el cual abandona junto a un gigante incomprendido llamado Karl, y su deseo de lograr su ambiciones en otro lugar, pues su pueblo “le quedaba chico”. En su primera aventura llega a un pueblo llamado “Spectro” tras pasar un bosque embrujado. El lugar es colorido, pintoresco, reinan los colores pasteles, la alegría y simpatía de sus habitantes que, por supuesto, son algo raros y excéntricos. La armonía es su principal característica. Como curiosidad, todos allí andan descalzos y sus zapatos están colgados de un cable. Se puede considerar como una metáfora de que una vez en ese lugar, las personas ya han alcanzado su meta, por lo que no necesitan más usarlos. Ante el extrañamiento de Edward, el alcalde y su esposa, le comentan que lo estaban esperando aunque todavía era temprano para su llegada.
Allí también se encuentra con un poeta llamado Norther Winslow (Steve Busceni) proveniente de su pueblo, de quien nunca más habían tenido novedades. Norther se fue del pueblo con la esperanza, tanto suya como de sus habitantes, de triunfar con su oficio en otro lugar, una ciudad grande y adecuada a su talento, sin embargo, durante todos esos años no había escrito más de tres líneas de un poema… se encontraba, tal vez, ¿trabado? ¿Estancado?
Esta situación puede asociarse con el “conformismo” y lo que muchas veces llamamos “zona de confort” ya que él se fue del pueblo para crecer y triunfar como poeta, pero se quedó en el primer lugar que conoció y le gustó. Dejó de intentar.
Otra de las características misteriosas de este pueblo es que tiene un río, y en él se puede observar y/o encontrar el “espectro” de lo que las personas más desean, de ahí debe su nombre. Edward confunde un pez con una mujer, y Jenny, una niña del lugar, le explica que cada persona ve en él aquello que más quiere. Y lo que él más quiere es una mujer que lo acompañe en su vida, por lo que decide partir, ya que considera que todavía tiene muchos caminos por recorrer antes de residir finalmente allí. Y se despide, entonces, descalzo y con la promesa de volver algún día y para siempre.
Su viaje se pone en marcha nuevamente: “¡Destino…allá voy!” Parece pensar Edward, mientras camina feliz y dispuesto a todo y vuelve a atravesar el lúgubre bosque, todo tan gris, tan opaco y esos árboles inmensos con sus ramas que simulan ser unos brazos criminales que intentan atraparlo, retenerlo, pero no. ¡Claro que no! Ese no es su fin y él lo sabe, la bruja ya se lo había dicho de pequeño. Le espera algo grande y de morir, por ahora, ni pensarlo. Vuelve a encontrarse con Karl, el gigante, y llegan hasta un circo en donde su dueño, Amos Calloway (Danny DeVito) un hombre de mediana edad, de mediana estatura pero gran embustero, chantajista y especulador, le ofrece trabajo como, claramente, el Gigante del circo.
Y allí Edward conoce, por primera vez y para siempre, al amor de su vida.
”Dicen que cuando conoces al amor de tu vida, el tiempo se detiene”
Una de las mejores escenas de la película. Cálida, romántica y mágica, acompañada por la música inigualable de Danny Elfman ¿Quién sino podría ponerle música a una película de Burton? Tan emocionante como sublime, le da ese toque sentimental muy similar al utilizado en el Joven manos de tijeras, y una nueva candidatura al Oscar (no ganado).
Edward se enamora a primera vista: “Dicen que cuando conoces al amor de tu vida el tiempo se detiene. Y es verdad. Lo que no dicen es que cuando se vuelve a poner en marcha, lo hace aún más rápido para recuperar el tiempo perdido”. A partir de aquí, va a trabajar gratis para Amos con la condición de que éste le cuente al final de cada mes algo sobre esa chica, su amor, a quien no volvió a ver. Y fiel a su estilo, Amos solo le da datos de menor importancia con el fin de que siga trabajando gratis. Situación que cambia cuando descubre que en realidad es un hombre lobo…pero no lo mata. Y es que creo que a esta película sólo le faltan vampiros… En agradecimiento, Amos le dice el nombre y la Universidad en la cual estudiaba “su chica” para que pueda conocerla. Y así fue.
No podría decirse que Edward atravesó océanos de tiempo para encontrar a su amor, como el Drácula de Bram Stoker, pero si de algo no hay duda es de su pasión y su certeza al reconocerlo instantáneamente. Para algunos el amor a primera vista no existe o no es amor, sino pura pasión ¡Cómo si el amor no se alimentara de pasión! Y él lo sabía. Y él fue. Y tras algunos obstáculos, logró conocer y enamorar a Sandra Templeton, una estudiante universitaria a punto de casarse. Pero en la vida todo es susceptible de cambios, y si llamas a todas las florerías cercanas, compras narcisos, los plantas frente al lugar donde vive tu enamorada, le decís que es el amor de tu vida y aunque en realidad todavía no la conozcas tienes toda la vida para conocerla y temes la suerte de que en ese momento ella descubre que su novio es un patán, seguramente la enamoras. Y sí. Y así fue.
La transformación de humano a lobo y luego a la primera condición nuevamente, está asociada al poder de cambiar, no el cambio humano-animal sino el poder cambiar una situación, como lo hace Edward, el pasar de vagabundo enamorado a soldado dado por muerto enamorado y luego en vendedor ambulante enamorado y finalmente a un hombre de negocios reviviendo a Spectro, arreglando casas y comercios, de ese pueblo al que la primera vez llegó temprano y la última vez, tarde.
En todo momento de la narración de la historia de su vida se mantienen dos constantes. Por un lado, la libertad con la que necesitaba vivir Edward, ese pez grande que no se deja atrapar, como ese que alguna vez robó su alianza de matrimonio por la cual tuvo que luchar, se mantiene inquieto y eso lo hace distanciarse de su hijo Will, ya que su libertad lo llevó a que dudará siempre de la realidad de su vida y hasta haya supuesto que mantenía otra familia en algún lugar. Por otro lado, el amor, Sandra Templeton, interpretada por una desaprovechadísima y excelente actriz como lo es Jesica Lange, quien apenas aparece durante el desarrollo de la película. La fidelidad del matrimonio y el decirle que no a esa niña-adulta enamorada llamada Jenny. Su libertad y el amor por su familia van a estar interponiéndose en la narración a través de Will, quien desespera por saber la verdad mientras Edward agoniza. Y Jenny va a tener la respuesta que su padre no supo darle: “Para tu padre hay dos tipos de mujeres; una es tu mamá, la otra son todas las mujeres”.
Finalmente, el desenlace triste pero feliz y la revelación de aquello que nos mantuvo en vilo durante 110 minutos: la reconciliación entre padre e hijo y la consiguiente muerte de Edward.
En la cama de un hospital y próximo a morir, Edward pide a Will que terminara de contar su historia. Y Will lo hace recreando todos los personajes- amigos que conoció durante su vida para un supuesto funeral imaginario. Entonces, la bruja, las siamesas, el poeta, el doctor, su esposa y nuera, el dueño del circo, el gigante, entre otros, asisten a su final a orillas del río en que pescó el gran pez. Y así Will rinde tributo a su padre logrando la reconciliación y la paz interior que conlleva.
Pero el final real, el de verdad, de carne y hueso, también tuvo a estos personajes, los amigos de los caminos de la vida. Todos. No tan gigantes, no tan brujas ni tan licántropos… pero allí estaban. Todos. Es que a veces los hechos son solo hechos y la mejor versión de la historia es la que prevalece, así como el gran pez en el agua.
“Un hombre cuenta sus historias tantas veces que al final él mismo se convierte en esas historias. Siguen viviendo cuando el ya no está. Y de este modo, el hombre se hace inmortal.” (Big fish)
Yanet Crudo
Periodista. Preparando la tesis de la Carrera de Comunicación Social, cursada en la Universidad Nacional de La Matanza.
Tiene escritos inéditos sobre cine, su pasión.
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