“Cuando mi hijo regresó de un trabajo solidario, me dio un papelito y me dijo – Leélo que está bueno – , lo dejé sobre la mesa, era sólo una tira gris, visto así, al pasar. Mi atención estaba puesta en otro tema, me habían propuesto escribir sobre mis comienzos como artista, en realidad era contar como comencé a pintar, ojo que, el título anterior ¡también me gustaba!”
“En fin, sentía una extraña mezcla producida por la magia del desafío y el abismo del temor… (sentimiento que conocemos y probamos a diario, pero que parece siempre sorprendernos…) Me preguntaba ¿qué puedo decir?, ¿qué voy a escribir?, una y otra vez… así estuve por varios días y la verdad me sentía pequeñita, como que nada tenía para dar, entonces, si quieren agréguenle tono de suspenso, me senté en la silla, con la decisión de negarme a esta aventura.
Fue en ese instante, que debajo de otra silla, vi “el papelito” que me había dado mi hijo y que hasta allí había llegado, vaya a saber cómo. Lo tomé y lo leí, en viñetas mostraba un señor pidiendo en la calle, otro que al pasar le mostraba los bolsillos vacíos al tiempo que le decía: “No tengo nada para darle”; en el cuadro siguiente el dibujo lo presentaba alejándose, pero, al final, y al volver le decía “Sí, tengo algo para darle”, “Un abrazo”, y el dibujo mostraba a los dos hombres dándose un gran abrazo. Se podrán preguntar a qué viene esto? Soy una convencida que la vida constantemente nos da señales, a veces pienso que nuestro ángel lleva unos post it y nos va dejando pistas para que no perdamos el camino o como, en este caso, que no desaprovechemos oportunidades. Camino de los sueños.”
“Me pasé la vida diciéndole a mis hijos que cada día es único y diferente al anterior, y al siguiente y que hay que aprovecharlo, pero … siempre se encuentra un pero… Yo lo interpreté así, o lo «quise» interpretar así”.
“Probablemente no sea mucho o muy importante lo que se pueda contar de «mi historia, pero quizás, sea un abrazo para alguien, y si así fuera, las señales tendrían sentido… Como alguna vez alguien dijo, vivir no es fácil, pero cuando vinimos al mundo nadie nos garantizó que así sería”.
“Algunos más, otros menos, particularmente creo que no salí favorecida en el reparto… Abandonos difíciles de asimilar, pérdidas inexplicables e insuperables hicieron que a los 39 años me encontrara dependiendo de un montón de pastillas para dormir, levantarme y vivir… Mis dos hijos necesitaban una mamá, yo tenía demasiados fantasmas y mucho cansancio No niego la ayuda que la medicación fue en su momento, pero llegó un punto en el que las pastillas me dominaban, no dormía si no las tomaba, y un día dije basta… Sí, hasta aquí había llegado, y ¡no era justamente bajando los brazos!”.
“Así que empecé a buscar una actividad para hacer, que me ayudara a pasar las noches que se hacían terriblemente largas y agotadoras, me había propuesto dejar de depender de esas pastillas. Justo en ese momento estaban pintando el departamento, mirábamos cartas de colores y el olor a pintura invadía cada ambiente, un día Ramón, el pintor, al ver un dibujo que estaba haciendo para mi hijo, me dijo, “¡Qué bueno, che! Podría dedicarse a pintar!” Lo escuché y lo guardé para mí”.
“Entonces, compré un cajita de madera para pintarla, después unos posa vasos y acrílico, y luego el acrílico buscó su espacio en el papel… Me acuerdo la primera vez que fui a comprar pinceles y un block de hojas para “pintar” con acrílico, ¡cómo le agradezco a ese vendedor la paciencia y la dedicación!! Sentí que realmente confiaba en que ¡podía hacerlo!”.
“Primero fue en mi cuarto, luego en la mesa del comedor, sabía que eran las cinco de la mañana por unos pajaritos que comenzaban a cantar, desaforados, alegres, claro a mí no me molestaban porque ¡estaba despierta! Después la claridad iba asomándose por el balcón… cambiando de color, de rojizo a dorado. Había pasado otra noche sin tomar nada…”
“Mostraba orgullosa mi producción a mis hijos, a mi mamá, y llevaba mi carpeta con mis “obras” a todos los encuentros con mis amigas. Descubrí con asombro, que mis pinturas estaban repletas de color, nacieron entonces, caballos azules, edificios rojos, ciudades verdes, caminos interminables, telarañas… Me sentí un alquimista mezclando formas y colores, y no sólo podía hacerlo, sino que, además lo disfrutaba. Cada trazo era, es parte de mí, de lo mucho que tengo para decir,.. Una historia para contar, y de la que soy totalmente protagonista”.
“Pintar me dio felicidad, pero por sobre todo me devolvió la capacidad de ser y hacer, nunca mejor dicho, mi voluntad. Ser yo misma, siempre… Asumí el “desafío”, uno más y seguro no el último… y triunfé, dejé los remedios que había tomado por casi 7 años, los cambié por la pasión que es el arte, por el camino infinito que representa un lienzo en blanco, por lo mucho que se puede decir en una línea. Hoy llevo, casi tres años pintando, explorando materiales.
Mis cuadros han crecido en tamaño y cantidad, he inundado los cuartos de mis hijos que han sido pacientes y compinches. Tengo mi propia página con más de 55.000 visitas, y espero este año poder saltar otra barrera, exponer, hacerlo público (bueno, ¡pero eso es otra historia!) “.
“Desde mi simple punto de vista, entendí que, a pesar del abatimiento, de la tristeza, de los fracasos y de todo lo negativo que nos puede presentar la vida, es lindo vivir, querer y ser querido… Vivir y no sobrevivir…, accionar y no ser parte de la corriente”.
“Se puede mirar alrededor y tender las manos en busca de ayuda, pero no somos más que nosotros mismos los que tenemos las herramientas para abrirnos camino y llegar a ver la luz… La luz de una pasión… Y como dije al comienzo, nadie nos dijo que sería fácil vivir…, pero las batallas se ganan luchando”.
Celia Sanabria